¿Cómo se relaciona la ciencia y la sostenibilidad?

Inspirado en el experimento de las moscas en un frasco, este artículo desarrolla una fábula para explicar la estrecha relación entre la ciencia y la sostenibilidad. El experimento va así:

Se coloca agua y alimento junto a dos parejas de bobitos (mosquitos de la fruta) dentro de un frasco cerrado. Los bobitos, auspiciados por la presencia de recursos, prosperan su población en el recipiente. Pero, la prosperidad se verá súbitamente afectada cuando se acabe el alimento. De un día para otro, cuando los mosquitos terminen la última migaja de comida, comenzará su debacle.

Experimento de las moscas de fruta. Crédito: Another View of Sustainbility

Esta situación ilustra la llamada catástrofe maltusiana, propuesta a inicios del siglo XIX por el pensador Thomas Malthus. En síntesis, sucedería cuando el crecimiento de la población rebase la producción de alimentos, suponiendo que la producción de alimentos crece linealmente y considerando que la población aumenta de forma exponencial. Aunque fue bastante razonable para su época, no es un modelo adecuado, pues no toma en cuenta el gran avance tecnológico de la industria alimentaria. Sin embargo, lo que nos interesa aquí es tomar el experimento como base para una fábula.

Las mosquitas de fruta, conocidas en muchas partes de habla hispana como «bobitos», no tienen conciencia de la realidad de estar atrapadas con un una porción agotable de alimentos. Es aquí dónde radica la comparación que se desea hacer con la capacidad humana de comprender su entorno a través del método científico. Ahora, jugando a ser Dioses, pondremos en un frasco unas cuantas mosquitas inteligentes, ficticias y capaces de hacer ciencia.

Bienvenidos a Bobilandia: La fábula de la sociedad enfrascada

Dentro de un gran frasco cerrado herméticamente se encuentran unos cuantos bobitos pensadores, se preguntan por qué están ahí. El frasco es lo bastante extenso para que varias generaciones no tengan que preocuparse por el oxígeno. Hay agua y una abundante porción de ate (dulce de frutas) con algunas semillas. Pasa el tiempo y las nuevas generaciones de mosquitos se vuelven cada vez más conscientes de que están entre los bordes de un recipiente gigante.

Uno de esos mosquitos, cuya curiosidad honraría a la primer generación de bobitos filósofos, se pregunta cómo se forman las minúsculas gotas del cristal empañado, mientras aprende, con sus pequeñas patas, a juntar las chispas para que el agua deslice hacia abajo. Mientras come del ate, se pregunta por su composición, interesado en las diminutas esferas duras, las semillas, presentes en la pulpa y que no se pueden comer. Este bobito científico se da cuenta que la comida se acabará algún día.

Por la premisa de inteligencia estos mosquitos son hábiles para comunicarse. Así, dentro de poco toman consciencia de la limitación de sus recursos y se preparan. Gracias a varias generaciones de investigación científica los bobitos alcanzan el conocimiento para afrontar la situación. Conocieron el mecanismo de la respiración, y por ende, su necesidad de oxigeno. El descubrimiento de las plantas y su capacidad de fotosíntesis les aseguró la supervivencia.

Germinaron las semillas y así aprovecharon la energía lumínica que les llegaba del exterior para mantener un ciclo renovable de recursos. Las plantas producían oxigeno y alimento, los mosquitos consumían estos y brindaban bióxido de carbono que junto a la humedad y la luz permitía el desarrollo de las plantas en el interior. Así, de la misma manera en que hobbistas construyen ecosistemas miniatura dentro de bulbos de cristal sellados, los bobitos aprendieron a vivir en el frasco de manera armoniosa.

Ecosistemas que funcionan en recipientes sellados. Con el debido cuidado estos sistemas pueden vivir por muchos años, siempre y cuando les de la luz. Crédito: Víctor Ramírez Fonseca.

Mediante políticas especiales, como el control de natalidad, la civilización de mosquitos inteligentes duró suficiente tiempo para hacer realidad su siguiente hazaña. Con ciertos cuidados lograron que una de las plantas creciera de tal manera que su tallo pudo empujar el corcho que cerraba el frasco. Se convirtieron en una civilización capaz de responderse hasta las preguntas filosóficas. Fin.

¿Qué pasa con la humanidad?

El conocimiento de los procesos que sustentan nuestra vida es indispensable para garantizar nuestra supervivencia. A diferencia de la situación ficticia de las moscas, nosotros ya vivimos en un sistema que regenera los recursos. Nuestro planeta es sede de ciclos complejos que la ciencia nos ha permitido comprender y seguir estudiando. Se puede ejemplificar con el trabajo de nuestro paisano, el científico Mario Molina, él y otros científicos (Paul Crutzen y Sherwood Rowland) identificaron un problema: los gases CFC son los causantes del daño en la capa ozono.

Dr. Mario Molina en una de las reuniones de premios nobel de Lindau, 2012. Crédito: Centro Mario Molina

Su investigación fue punto de partida para promover el desuso de estos gases, que estaban presentes en aerosoles, refrigerantes y otros productos industriales. Ya sea con el descubrimiento de un importante proceso químico en la atmósfera, o con el desarrollo de tecnologías que permitan aprovechar la energía del sol, potabilizar el agua o reciclar los deshechos, se esta relacionando la ciencia con la sostenibilidad.

Vivimos entre la superficie rocosa del planeta y la vacuidad del espacio exterior, prácticamente estamos dentro de un frasco. El cambio climático, la resistencia de nuevas bacterias a los antibióticos, la deforestación causada por la ganadería, etcétera, son problemas que nos hemos buscado y que tenemos que afrontar. Nuestro planeta parece enorme a la hora de intentar ponernos de acuerdo, pero se ve pequeño en la manera que lo estamos contaminado y consumiendo sus recursos.

¿Somos como los bobitos de la fabula o como los reales del experimento? El pequeño cuento de Bobilandia es una alegoría del desarrollo humano para el futuro, donde la ciencia juega un papel indispensable, pero no es suficiente. Necesitamos ser conscientes, enfrascarnos en protagonizar nuestra propia historia.

En Memoria del científico José Mario Molina-Pasquel y Henríquez

Los científicos pueden plantear los problemas que afectarán al medio ambiente con base en la evidencia disponible. Pero su solución no es responsabilidad de los científicos, es de toda la sociedad.

Mario Molina

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