Como es bien sabido, la química y la genética son materias un tanto complicadas y no muy gratas para más de uno, sin embargo, son fundamentales para la sociedad, y que el mundo sea tal como lo conocemos en la actualidad. Por eso, hoy nos disponemos a recordar a dos grandes científicos nacidos un 6 de septiembre, amén de las aportaciones que los hicieron merecedores al alto honor de recibir el Premio Nobel, uno en química y el otro en medicina.

El primero de ellos en recibirlo fue Luis Federico Leloir, un medico, bioquímico y farmacéutico argentino, premio nobel de química en 1970 por sus trabajos sobre los neocleótidos de azúcar. El segundo, no menos importante, fue Richard Jonh Roberts, bioquímico inglés, obtuvo el Premio Nobel de Medicina en 1993 por sus descubrimientos sobre la estructura de los genes.
¿Por qué Leloir es un «grande de la ciencia»?
En la actualidad, el éxito todavía puede estar condicionado por tu nacionalidad o el color de tu piel, no es difícil imaginar el panorama en la década de los setenta del siglo XX. Aun así, nada de esto fue impedimento para Luis Federico Leloir, quien ganó el Premio Nobel de Química y se convirtió en el primer iberoamericano en conseguirlo, un gran ejemplo para muchos hoy en día.
A lo largo de nuestra vida nos fijamos metas, nos apoyamos en nuestros logros, alentados por la pasión y las ganas de conseguir lo anhelado; el final del camino, lo fijamos nosotros. Me imagino que algo similar le sucedió a Leloir, ya que toda su vida se dedicó a descifrar los misterios de la medicina y la química.
Su trabajo más importante, y la razón de que la humanidad le deba tanto, fue el aislamiento de una enzima que fermenta la galactosa, a la cual denominó cogalactowaldenasa, por producir en aquella una inversión de Walden. Dicha coenzima, hoy llamada glucosauridindifosfato, fue sintetizada más tarde por el inglés Alexander Todd, también ganador del Premio Nobel.

Los descubrimientos de Leloir sobre los componentes de los ácidos nucleicos o nucleótidos, elementos fundamentales en los procesos metabólicos de los hidratos de carbono y los azúcares en particular, le valieron el premio Nobel de Química en 1970. Posteriormente, dedicó sus investigaciones a la formación de algunos polisacáridos y descubrió ciertas enzimas hepáticas relacionadas con la síntesis de la glucosa.
Leloir obtuvo otras importantes distinciones, como el premio de la Fundación Bunge y Born en 1965; el de la Cairdner Foundation de Canadá en 1966; y el Louisa Gross Horowitz de Nueva York en 1966. Desde 1947, y hasta 1982, ejerció la docencia en institutos públicos y privados, sin abandonar su cargo como director del Instituto de Investigaciones Bioquímicas.
Entre 1962 y 1965, fue jefe del Departamento de Química Biológica de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires; en los años siguientes, formó parte del directorio del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de su país. Desde 1985, hasta su muerte, fue miembro de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires.
¿Existe alguien capaz de modificar la teoría de la evolución de las especies?
Ése es Richard Jonh Roberts, químico británico que, junto a su colega Phillip Sharp, recibió el más grande galardón en materia de medicina. Se hicieron acreedores al Premio Nobel de Medicina por sus descubrimientos relacionados con la estructura de los genes. ¿Qué pudo ser tan importante como para entrar en el selecto grupo de los nobeles de medicina?
Los genes pueden aparecer dentro del material genético en varios segmentos bien diferenciados, ambos investigadores lo descubrieron, por separado. En 1977 Roberts y Sharp llegaron a las mismas conclusiones. Hasta esa fecha, se creía que el gen era un segmento continuo dentro de la larga molécula del ADN (ácido desoxirribonucleico), considerada la sustancia química de la herencia, y que la información en ella contenida se copiaba en la molécula de ARN (ácido ribonucleico), el cual, a su vez, traducía la información en una proteína.

Este concepto cambió cuando los investigadores descubrieron que un gen individual podía contener varios segmentos de ADN y que estos genes discontinuos existen en organismos superiores. Roberts y Sharp estudiaron el material genético del llamado adenovirus, causante del resfriado común, y descubrieron que una sola molécula del ARN tenía cuatro segmentos separados; por lo tanto, la información genética estaba dividida, contrario a lo que se creía hasta entonces.
Los investigadores concluyeron que un gen puede tener varias secciones, llamadas exones, separadas por intrones, concepto que altera la teoría de la evolución de las especies. En lugar de mutaciones simples, como se creía, se da el ordenamiento de los segmentos del gen en unidades más adecuadas. Así, el contenido de la molécula ARN tiene que redactarse cortando los intrones y soldando los exones para formar una nueva molécula, cuyo mensaje genético viene determinado por el patrón asumido por la soldadura final de los segmentos.
La Real Academia de las Ciencias de Suecia afirmó, en la concesión del Nobel, que este descubrimiento era «fundamental para la moderna investigación básica en biología». En medicina, este hallazgo se ha considerado como el mecanismo para ayudar a comprender las cerca de cinco mil enfermedades hereditarias que se conocen y pueden ser el resultado de errores en el proceso de unión de los genes discontinuos.
Química y genética al servicio de la humanidad

Entonces, querido lector, si te preguntas por la importancia de la química y la genética, pues, permíteme decirte: basta con que voltees a tu alrededor para notar su importancia, porque todo está relacionado con ellas, cada componente, artículo o color tienen en su base a estas dos ciencias. Nosotros mismos estamos formados a partir de genes, de compuestos químicos interactuantes. Descubrimientos como los de Leloir y Roberts han contribuido a forjar la ciencia como la conocemos en la actualidad, nos han ayudado a entender mejor el mundo a nuestro alrededor y a nosotros mismos.