La diversidad sexual ha sido un tema controvertido para la humanidad. Durante décadas se han buscado factores que pudieran contribuir a su desarrollo y se han dedicado enormes recursos para tratar de identificarlos. Las neurociencias, las ciencias del comportamiento y la genética no han estado exentas de plantearse estos cuestionamientos. ¿Pero existe realmente un gen que determine la heterosexualidad?
El estudio de Hamer: ¿Algo se esconde en Xq28?

En 1993, el equipo de Dean H. Hamer llevó a cabo un estudio en el que evaluaron 76 historias familiares de varones homosexuales. El 13.5% de los hermanos de estos individuos también eran homosexuales. Además, Hamer observó que los tíos y primos maternos de estos sujetos tenían esta preferencia con más frecuencia que lo estadísticamente esperado, por lo que consideró que podría existir un patrón heredado por la línea materna que explicara la homosexualidad masculina.
Hamer procedió a seleccionar cuarenta parejas de hermanos homosexuales y llevó a cabo estudios moleculares para determinar posibles marcadores en el cromosoma X que explicaran ese comportamiento. Tras su experimento, se encontraron marcadores polimórficos en Xq28 en 33 pares de hermanos. Los resultados podrían señalar esta región como posible responsable genético de la atracción sexual mutua entre varones.
Pese a ello, Hamer manifiestó que esto no significaba que se hubiera encontrado un gen de la homosexualidad masculina y que dudaba que existiera alguno. Dijo que los marcadores encontrados eran factores que podrían estar asociados con la orientación sexual masculina, pero que no la explicaban de forma absoluta.
Actualmente, sabemos que Xq28 está asociado con diversos estados de salud como hemofilia, daltonismo, favismo y síndrome de X frágil; por lo que no podría considerársele «el gen gay», contrario a lo que anunciaron los medios de comunicación durante una buena parte de los años noventa.
Hamer demostraba gran temor por la forma en que sus resultados podrían ser acogidos por la comunidad, ya que le preocupaba la posibilidad de que existieran grupos que malinterpretaran sus resultados y consideraran la posibilidad de crear tecnologías para tratar de identificar esta clase de marcadores con fines discriminatorios.
Rice y Ebers: Del anuncio de revista al reto a Hamer
Más adelante en la década, en 1996, el equipo de la Universidad Western Ontario, encabezado por George Rice y George Ebers repetiría el estudio de los marcadores polimórficos en Xq28 que se había llevado a cabo en los experimentos de Hamer, pero esta vez utilizando muestras poblacionales mucho mayores.
Para su estudio, se publicaron anuncios en las revistas Xtra y Fugues donde solicitaban familias voluntarias en las que existiera al menos un par de hermanos homosexuales. 182 personas respondieron al anuncio. Los voluntarios ofrecieron información sobre la orientación sexual de sus familiares, incluidos hermanos, padres, tíos, tías y primos hermanos. Las familias incluían a 614 hermanos, 269 (44%) de los cuales eran homosexuales.
Para su análisis molecular, los investigadores tomaron como base a 52 pares de hermanos homosexuales provenientes de 48 familias que estaban dispuestas a proporcionar muestras de sangre. Se analizaron cuatro marcadores moleculares en la región Xq28: DXS1113, BGN, Factor 8 y DXS1108. Se comparó la presencia de estos marcadores con respecto a un grupo control formado por 33 pares de hermanos no homosexuales conocidos con esclerosis múltiple en un ensayo doble ciego.
Los resultados arrojaron que no existían diferencias significativamente estadísticas para ninguno de los marcadores moleculares evaluados en la región Xq28 entre sus dos grupos. Se descartó que esta región pudiera ser un factor predisponente para la homosexualidad, tal como lo había propuesto Hamer en su estudio poblacionalmente más pequeño.
Descifrando los misterios de las familias
Los genetistas llevan a cabo abordajes desde las ciencias del comportamiento para evaluar factores que podrían obedecer al ambiente respecto a los factores genéticos. Para ello, hacen uso de estudios de concordancia entre diferentes grupos de hermanos: gemelos monocigóticos (aquellos que proceden de la fertilización de un solo óvulo y comparten todos sus genes), gemelos dicigóticos (aquellos que proceden de la fertilización de dos óvulos) y hermanos adoptados (individuos sin parentesco alguno que han sido criados juntos).
Mediante este abordaje, los investigadores esperan que la influencia de los gemelos monocigóticos sea genéticamente concordante. En el caso de los gemelos dicigóticos y los hermanos adoptados, por lo contrario, la coincidencia en el rasgo estudiado no debería ser mayor que la coincidencia encontrada en una muestra normal de la población.
Bajo este enfoque, un equipo de investigación encabezado por Michael Bailey llevó a cabo un estudio poblacional sobre la orientación sexual en gemelos australianos en el 2000. Para este trabajo, se consultó el registro de gemelos del Consejo Nacional de Investigación Médica y de Salud de Australia y se envió una invitación a todos los individuos de este registro para participar en una encuesta sobre comportamientos sexuales.
De los 4 901 individuos que aceptaron participar, la mayoría eran mujeres y gemelos idénticos, por lo que los resultados suponían que podría haber una influencia genética sobre determinados comportamientos al existir concordancia genética. El estudio valoró la comparación de la distribución de la orientación sexual entre hombres y mujeres, los puntajes de Kinsey, el papel relativo de los genes, el entorno compartido y el entorno específico del individuo en el desarrollo de la orientación sexual y la no conformidad de género infantil.
Los resultados mostraron que existía evidencia consistente de que había factores familiares que podrían influir en la orientación sexual. Pese a esto, resultaba complejo desenredar las contribuciones genéticas y ambientales compartidas que pudieran explicar la homosexualidad tanto masculina como femenina. Por ello, sus resultados solo podían aportar comentarios generales sobre la probable existencia de factores ambientales y genéticos que pudieran relacionarse con la orientación sexual.
La sopa de los factores múltiples: Los grandes estudios poblaciones
Desde hace algunos años, los estudios de asociación del genoma completo (GWAS) se han vuelto una herramienta indispensable para los genetistas. En los GWAS se ha encontrado una tecnología poderosa para buscar marcadores moleculares en grandes muestras poblacionales que puedan vincularse con estados de salud o características propias del ser humano.
En 2017, el equipo encabezado por Alan Sanders llevó a cabo un estudio de asociación de genoma completo de la orientación sexual masculina. La muestra bajo estudio estaba formada por 1 077 hombres homosexuales y 1 231 hombres heterosexuales cuya ascendencia era principalmente europea.
Se detectó la presencia de algunas regiones que podrían estar asociadas con la orientación sexual masculina, entre ellas SLITRK6 en el cromosoma 13 y variantes genéticas de TSHR en el intrón 1 del cromosoma 14. Estas regiones se han asociado a su vez con el crecimiento neuronal, la supervivencia y la formación de sinapsis. Además, la región SLITRK6 se ha asociado con diversos comportamientos sexuales y las variantes en TSHR con enfermedades tiroideas.
En 2019, el equipo encabezado por Andrea Ganna, realizó un nuevo abordaje sobre la orientación sexual. Para ello, practicó estudios de asociación del genoma en 477 522 individuos del Reino Unido y Estados Unidos; análisis de replicación en 15 142 individuos de Estados Unidos y Suecia; así como análisis de seguimiento utilizando diferentes aspectos de la preferencia sexual.
El equipo observó la existencia de solo cinco variantes genéticas significativamente vinculadas con el comportamiento homosexual. También detectaron otros miles de variantes que podrían estar involucradas, pero cuyos efectos eran muy pequeños para establecer que su influencia fuera decisiva sobre el desarrollo de la preferencia sexual. Estas variantes están relacionadas con vías biológicas que involucran la regulación de hormonas sexuales y el olfato, por lo que la sexualidad no puede limitarse a aproximaciones reduccionistas.
Después de todo, el estudio del material genético ha demostrado que existe una diversidad genética que impide encasillar la identidad y preferencias sexuales dentro de categorías limitadas. Así, se ha mostrado que la sexualidad es un espectro continuo, con múltiples grados de expresión y variabilidad.