Las enfermedades zoonoticas representan un problema de salud pública debido a que afectan a una gran parte de la población. Este problema es causado principalmente por la creciente población mundial, la destrucción de ecosistemas y el tráfico ilegal de especies.
¿Qué es la zoonosis?
La Organización Mundial de la Salud (OMS), en 1959, definió a la zoonosis como cualquier enfermedad causada por agentes patógenos tales como bacterias, virus, hongos o protozooarios, que se transmite entre los animales y el hombre a través de la exposición directa (por contacto, ingesta, mordedura o picadura) o indirecta (mediante vectores o a través del ambiente).
Además, las enfermedades zoonoticas pueden ser consideradas como emergentes (cuando las infecciones son resultantes de la evolución de algún agente patógeno) o reemergentes si una infección conocida cambia de ubicación geográfica, ampliando así su espectro de hospedadores. Estas enfermedades ponen en peligro vidas humanas y animales, y tienen enormes impactos socioeconómicos.
La Organización Panamericana de la Salud (OPS) ha reconocido más de 200 tipos de enfermedades zoonoticas, muchas de las cuales han originado distintas pandemias, dejando severos estragos en la salud pública y en la economía. Entre ellas se encuentran las transmitidas por bacterias, como la leptospirosis, antrax y peste bubónica; virus, como la rabia, la influenza común, VIH, ebola y la actual covid-19 aunado a estos, los protozoarios con la enfermedad de chagas y la malaria.

Pero los malos de la historia no son los animales. Un informe de la WWF (Por sus siglas en inglés World Wildlife Fund «Fondo Mundial para la Naturaleza») señala que algunas prácticas que la humanidad realiza generan severos daños a la biodiversidad, teniendo como consecuencia la transmisión de enfermedades entre animales y el ser humano.
Daños a los ecosistemas
La destrucción y la modificación de la biodiversidad presente en los ecosistemas naturales es un factor importante para que los patógenos presentes en animales silvestres y domésticos se puedan transmitir a los seres humanos.
En un sistema rico en especies, existen presas y depredadores, por lo que ninguna especie sufrirá una desequilibro en su población. En cambio, cuando las especies comienzan a extinguirse, es posible que una especie portadora de algún patógeno, al desaparecer su depredador, aumente el número de su población y así, cuando el ser humano invada su hábitat, el patógeno mute e infecte al humano.

“Todo virus, bacteria, etcétera es parte del ecosistema. Si no nos afecta antes, o no nos afecta nunca, es porque los ecosistemas están equilibrados” comenta en una entrevista el doctor en Ciencias Biológicas por la Universidad Complutense de Madrid, Fernando Valladares.
El aumento demográfico y la facilidad con la que ahora se translada el ser humano y transporta bienes y alimentos de un continente a otro, agrava el impacto sobre las especies y los ecosistemas, pues esto conduce a un contacto más cercano entre el humano y la vida silvestre, aumentando la probabilidad de desencadenar nuevas enfermedades y provocando severas pandemias, como la que se vive actualmente.
Asimismo, este crecimiento demográfico conlleva a la deforestación; esto se traduce en una número menor de árboles que capturen la enorme cantidad de emisiones de CO2 que día con día liberamos, lo cual ha provocado un cambio en la temperatura del planeta .

Cambio climático
Debido al aumento de los gases de efecto invernadero por la quema de combustibles fósiles, el permafrost (capa de suelo permanentemente congelada en las regiones polares) comienza a derretirse, causando la liberación de virus y bacterias antiguos que han estado inactivos. Hay que recordar que ambos pueden sobrevivir por largos periodos de tiempo bajo condiciones extremas.
Esta liberación de virus y bacterias pueden causar reinfecciones de enfermedades que ahora están erradicadas
Tráfico de animales
El comercio ilegal o descontrolado de especies silvestres y domésticas ademas de las medidas higiénicas inadecuadas bajo las cuales se comercializan son también parte de la problemática que acentúa la aparición de nuevas enfermedades.
Cuando los animales se ubican los unos cerca de los otros en mercados no regulados y, al no encontrarse en condiciones de cautiverio adecuadas, su sistema inmune se debilita. A medida que defecan, orinan, estornudan y se rascan, se incrementan las probabilidades de recombinación genética de los virus y bacterias, permitiendo su traslado a nuevas especies (spillover) y se infecten entre ellos.

¿Qué podemos hacer?
El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y el Instituto Internacional de Investigaciones Pecuarias (ILRI, por sus siglas en inglés) lanzó un informe en donde recalcan algunas recomendaciones a seguir para frenar brotes zoonoticos. Entre ellos se encuentra el enfoque «One Health» (Una salud) en donde se reconoce que la salud de los animales debe ser tratada con la misma importancia que la de los humanos, además de buscar una coexistencia sostenible entre las necesidades humanas y la vida silvestre y buscar alternativas alimentarias que no dependan de la destrucción de hábitats y biodiversidad.
También podemos contribuir desde nuestras casas al no fomentar la compra y venta ilegal de animales, reducir nuestra huella ecológica, cocinar la carne adecuadamente y lavarnos las manos con frecuencia, sobretodo después de tocar animales.
Comprender y conservar la naturaleza, además de los miles de beneficios que nos proporciona, es esencial para garantizar nuestra salud y nuestro bienestar.