Hoy en día los ecosistemas existentes han demostrado su propio ritmo de crecimiento y protección que parece enlazarse con cada una de las especies que habitan en él. La combinación perfecta entre compañía y supervivencia generan un ritmo de vida que se tambalea de adelante hacia atrás previendo siempre de escenarios perfectos el espacio, que solo resultan admirables para quienes se sienten conectados con una parte invisible de los inicios del tiempo.
Aún nos falta mucho conocer, entender y admirar y no cabe ninguna duda de que cosas inexplicables y maravillas se esconden detrás de esos kilómetros inrecorribles donde nunca podremos llegar y podremos solo imaginar.
De ahí se desprende el artículo de hoy, de esa parte que no conoces, que posiblemente tampoco entendemos pero que a muchos nos causa paz, complejidad y un sinfín de preguntas que te hacen cuestionar si realmente conocemos tanto como creemos de la naturaleza, de lo que ya existe y de lo que vemos.
Ya no es un secreto para nadie, que compartimos la belleza de este planeta con miles de seres vivientes que existieron mucho antes que los humanos, que desarrollaron sus propias maneras de sobrevivir y se adecuaron a muchos escenarios climáticos que les permitieron mantenerse y mantener a su especie a nuestros tiempos. Los árboles, que en cada anchor de su tronco cuentan miles de historias los años que nunca veremos, son especies únicas e interesantes y si diversidad de especies han ayudado a muchos científicos a entender el comportamiento de adecuación que se ha tenido que generar para poder llevar el equilibrio perfecto de todo lo que conlleva estar en un mismo espacio y tiempo.
Una de estas características tan alegremente vistosas es lo llamado timidez de las coronas, llamado así en la botánica; a esa particularidad de algunas especies de árboles que dejan de crecer justo antes de tocar las ramas de los árboles a su alrededor, manteniendo de esta manera una distancia los unos de los otros. Que si bien aún no comprueba científicamente el motivo real de esta condición, existen múltiples teorías del porque los arbole se comportan de esta manera; Uno de los expertos que más ha estudiado la timidez de los árboles es el botánico francés Francis Hallé. En un artículo titulado Arquitectura de los árboles, considera que este fenómeno tiene una raíz genética: «La forma de la copa nunca es aleatoria; cada árbol tiene su programa específico de desarrollo, controlado por genes». Con ese criterio, Hallé distingue dos tipos de árboles, los unitarios y los reiterados. Los primeros actúan como parásitos y los segundos se adaptan al entorno. «La reiteración es un progreso, es una forma más moderna y más eficaz de crecer, que se ha generalizado a la mayoría de nuestros árboles», añade.
Si bien podemos pasar horas intentando explicar por qué creemos que pasa una cosa y no otra, no podemos negar que nuestro entendimiento de la naturaleza está al límite de nuestro conocimiento y que este fenómeno, que parece adentrarnos a una geometría de la naturaleza que conlleva patrones matemáticos que enlazan no solo a los bosques sino a todo el ecosistema en cuestión, esta posiblemente lejos de ser comprendido y que hay cosas que merecen no ser entendidas, si no ser disfrutadas y respetadas.