Seguramente alguna vez has escuchado ese antiguo dicho, pero ¿es eso cierto? o ¿puede la naturaleza generar millones de millones de copos sin repetir nunca su forma? Antes de responder a la pregunta, tendremos que saber cómo se originan.

Como seguramente sabrán, los copos de nieve están compuestos por cristales de hielo. Para su formación, primero debe congelarse una gotita de agua alrededor de alguna partícula suspendida en el interior de una nube. Al congelarse, la gota de agua se convierte en un cristal en forma de prisma hexagonal. Si la temperatura en la nube alcanza los -12 o -13 ºC, las gotas de agua que rodean al cristal se irán condensando sobre su superficie. Así, el cristal crece y aparecen “ramas” en cada una de las 6 puntas del hexágono. La forma en que crecen dichas ramas depende completamente de las condiciones ambientales (temperatura, presión, cantidad de agua, etc), de manera que al ir éstas cambiando, el copo va adquiriendo formas semi-aleatorias, dando lugar a preciosas formas de cristalización.
La primera referencia a la forma de un copo aparece escrita en la obra, de 1611, Strena seu de nive sexángula (El copo de nieve de seis ángulos) del astrónomo y matemático alemán Johannes Kepler quien descubrió que todos los copos de nieve son hexagonales y observó que cada cristal tenía una forma única.

Más adelante, en 1885 el granjero y naturalista estadounidense Wilson Bentley, más conocido como ‘El hombre copo de nieve’ fotografió más de 5.000 copos de nieve y nunca encontró dos de estas minúsculas esculturas iguales.
Años más tarde, en 1988, un equipo de investigadores de Wisconsin, demostró que el crecimiento de un cristal de nieve depende de factores tan irregulares que es extremadamente improbable que existan dos copos iguales en la naturaleza. A su vez también demostraron que, controlando con mucha precisión las condiciones ambientales en el laboratorio, se pueden conseguir dos copos totalmente idénticos, aunque su forma no podía ser tan sofisticada como las que estamos acostumbrados a ver.
Así que no, contestando a la pregunta, naturalmente es improbable que existan dos copos de nieve iguales.