En nuestro día a día nos encontramos con retos nuevos que debemos resolver para lograr una meta deseada, ya sea para llegar a un lugar, terminar alguna actividad de nuestro trabajo o escuela, o cualquier otra que te venga en mente. Pero, ¿qué es exactamente la resolución de problemas?

Diferentes teóricos se han dado a la tarea de investigar al respecto y han aportado definiciones que han ayudado a delimitar el estudio del mismo. Por ejemplo, Sampson refiere que la resolución de problemas implica que las personas adquieran información y aprendan estrategias cognitivas que les permitan eliminar la brecha entre su estado actual y el deseado. Por otro lado, Marsiske y Margrett agregan que, generalmente, el resultado de los planes generados son respuestas conductuales destinadas a resolver la discrepancia inicial. Mientras que para Mushiake es un proceso cognitivo utilizado para generar una serie específica de acciones con el mismo fin de lograr un objetivo meta.
Al menos estas tres definiciones coinciden, de manera general, en que para hablar de resolución de problemas debe haber un punto inicial (o punta A), un punto objetivo (o punto B), y la implementación de estrategias para resolver la discrepancia entre ambos puntos. También es importante mencionar que cuando la situación a la que se es expuesto deja de ser novedosa, es decir, cuando se comienza a habituar a la misma, deja de ser considerada como un problema ya que se conoce la manera de resolverla.
¿Y qué hay sobre el cerebro?
En contextos experimentales con el objetivo de emular la resolución de problemas del día a día, se han llevado a cabo algunos estudios para determinar la participación de las diferentes estructuras cerebrales durante este proceso.
Por ejemplo, con ayuda de la resonancia magnética funcional como técnica de neuroimagen se reportó que la corteza prefrontal dorsolateral se requiere para resolver problemas concretos, es decir, problemas donde se hace uso de un pensamiento lógico para llegar a la respuesta. En otro estudio, haciendo uso de la misma técnica que el anterior, encontraron también la participación de la misma área antes mencionada en conjunto con la corteza cíngulada posterior durante la solución de problemas que emulaban escenarios sociales a los que cada participante era sometido; situaciones a las que pudieran ser expuestos en un día común.

La participación de estas áreas, principalmente la correspondiente al lóbulo prefrontal, podría deberse al control cognitivo y a planeación requeridas cuando una situación es nueva para la persona. Así como a la integración de la información previo a dar una respuesta.
Dentro de esta definición de resolución de problemas se han trabajado diferentes paradigmas experimentales enfocados a diferentes contextos. Los dos ejemplos mencionados anteriormente coinciden en una estructura y difieren en otra, esto probablemente por el procesamiento similar que se requiere en ambos y por los diferentes contextos, respectivamente.

En general, la evidencia científica muestra que la participación de áreas prefrontales, en conjunto con otras estructuras corticales y subcorticales, son necesarias para ejecutar diferentes tipos de procesamiento cognitivo, el cual es necesario para resolver problemas no sólo en contexto de laboratorio, sino también en nuestro día a día. Es por esto que personas con alguna lesión o daño en estás áreas podrían tener deficiencia en sus rutinas.