“Tenemos que hacer algo porque, realmente, estamos destruyendo el mundo. Venir a trabajar todos los días es genial, pero ¿cuál es nuestro propósito más elevado? No se trata solo de enviar esos correos electrónicos » .
Dilek Dogutan
No contamina el agua, sino que absorbe el dióxido de carbono, son dos de sus habilidades, entre otras igual de sorprendentes que lo hacen mejor que tanto orgánicos como inorgánicos.
Traído por científicos de Harvard en asociación con oficiales del paisajismo y sustentabilidad a nuestra sociedad necesitada de nuevas alternativas que dejen un entorno más limpio a las nuevas generaciones es presentado este fertilizante que será probado a partir de este invierno en terrenos de dicha institución utilizando el campus de Cambridge como laboratorio vivo.
Creado en 2018 el biofertilizante se basa en la bacteria Xanthobacter autotrophicus. Fue puesto a prueba anteriormente en rábanos dando como resultado frutos de más de tres veces el tamaño de controles cultivados sin fertilizante. Ahora planean probarlo en condiciones más normales, a diferencia de la prueba anterior que se realizó en un invernadero en condiciones controladas.
El equipo, que incluye a Dilek Dogutan, Quentin Gilly, gerente de sostenibilidad de laboratorio y energía del Programa Verde FAS en la Oficina de Sustenibilidad de Harvard, Paul Smith, gerente asociado de servicios de paisaje y con Daniel Nocera como el desarrollador de este fertilizante que opera solo con luz solar, aire y agua, permanece con las plantas, produce especímenes más grandes y saludables, y es negativo en carbono, absorbe dióxido de carbono desde el aire y atrapando los peligrosos gases de efecto invernadero en el suelo.

Este biofertilizante puede dividir el agua y aprovechando el hidrógeno lo combina nitrógeno haciendo del aire para producir amoníaco, que las plantas pueden absorber en sus raíces. A diferencia de los otros fertilizantes, tanto orgánicos como inorgánicos, que producen más fósforo y nitrógeno del que las plantas pueden controlar, eliminando los restantes, éste otro se mantiene seguro dentro de las raíces, almacenado para su futuro uso. Además pueden absorber el dióxido de carbono del aire.
En un pequeño experimento, de dos parcelas contiguas separadas por una barrera de dos pies de césped, Dogutan plantó rábanos, nabos y espinacas en cada una. Mientras que una parcela se regaba con agua la otra recibía semanalmente la misma cantidad de agua además de 100 mililitros de este fertilizante.
En un periodo de alrededor de cuatro meses se estuvieron monitoreando ambas parcelas, para al final del experimento encontrar que el fertilizante no solamente ayudó a que las plantas crecieran más que las de la parcela que no lo recibió, sino que las bacterias no se filtraron a las plantas circundantes, ya que las platas las absorben antes de que puedan recorrer grandes distancias.

De momento aún es una investigación muy nueva «Todavía estamos tratando de descubrir los detalles: la carga, la secuencia, tal vez necesitamos diseñar las bacterias de una manera diferente«, dijo Dogutan.
Sin duda es una innovación tentadora para seguir con la cultura sustentable, en especial por desarrollarse en un campo tan importante como es la agricultura. Actualmente, después de las investigaciones adecuadas, Dogutan planea alentar a todos los campus de Harvard a cambiarse a este nuevo fertilizante para mejorar el compromiso de la universidad con la sostenibilidad y, finalmente ganar mayor aceptación. Quizá podamos verlo en las parcelas en un futuro.
Artículo original de la Harvard Gazette aquí.