¿Qué es la conciencia?

“Lo que nos hace grandes es el hecho de comprender lo insignificantes que somos.”
– Martí Monteterrer.

Para muchos pensadores la conciencia no sólo es el misterio más grande del cuerpo humano, sino el misterio más grande de todos.

Realmente no existe una definición propia de conciencia debido a la ambigüedad presentada al intentar definirla, aunque de manera general, se puede decir que la conciencia es el conocimiento que un ser tiene de sí mismo, de su propia existencia, sus estados, sus acciones y su entorno.

Pero, ¿cómo se origina la conciencia? Pues bien, Fiona O’Doherty (2013) propone la producción del lenguaje como un fenómeno fundamental para la manifestación de la conciencia, pues no fue hasta que este apareció, brindando las herramientas al ser humano de una comunicación altamente especializada, cuando la conciencia nació, como una necesidad del ser humano para interpretar y producir el lenguaje. Esto sucede a causa de, como se definió anteriormente, la conciencia es un tipo de conocimiento, un conocimiento de uno mismo y de su entorno.

El lenguaje, al ser un método altamente efectivo de transmitir información, también es necesario tener la capacidad de ser interpretado con el mismo nivel de eficacia. A su vez, el tener la capacidad de comunicarse con otros, también abre las puertas para permitir comunicarse consigo mismo, esto es la introspección.

Utilizando las propiedades del lenguaje, uno puede dar explicaciones de las ideas cruzadas por su mente, las acciones realizadas, el cómo se «siente» respecto a cualquier situación en particular, el cómo y por qué hace lo que hace; estas acciones son fundamentales en la manifestación de la conciencia.

Es fácil creer en la conciencia como una propiedad intrínseca del ser humano, donde nosotros como humanos, intentamos dar sentido a todo este tipo de fenómenos. Esta propiedad es la que nos hace sentir superiores a cualquier otro ser vivo, el estar consiente en ser los únicos seres vivos con conciencia.

En realidad, es difícil determinar en qué momento de nuestra historia evolutiva el desarrollo cognitivo del cerebro alcanzó el punto de considerarse un ser humano, por ende, es igualmente difícil determinar la aparición de la conciencia.

Nos gusta creer la presencia de la conciencia como una situación de blanco y negro, cuando nuestros conocimientos evolutivos nos indican todo lo contrario. La fenomenología de la conciencia se presenta en una escala de grises, donde nos gusta colocarnos en el espectro más claro y teniendo detrás de nosotros animales como; los delfines, elefantes, perros, ratones, abejas, entre otros.

Sin lugar a dudas, el nivel de raciocinio del ser humano nos hace únicos, al menos en función con los diversos seres vivos del planeta, y esta propiedad transforma a los humanos en seres tan contradictorios, en entes que aparentamos actuar tan diferente a lo que pensamos.

Los animales aparentan comportarse de una manera meramente instintiva, donde predominan las funciones mentales y presentan ligeras muestras de raciocinio. Mientras, el ser humano predomina en la presencia del raciocinio, controlando los impulsos mentales e instintivos. Pero la realidad es que los seres vivos conscientes no se encuentran anclados a dichos niveles de conciencia, así como un ser humano puede actuar de manera instintiva ante situaciones de regocijo, miedo o furia.

Los animales también demuestran presencia de raciocinio en diversas situaciones, existen casos registrados de animales que corren en auxilio de otros animales, incluso de diversa raza sin recibir ningún beneficio por sus acciones, también ponen en riesgo su propia vida. Esto demuestra que algunos animales, generalmente aquellos con mayor capacidad mental, son capaces de presentar ligeros atisbos de empatía, una propiedad intrínseca de una presencia de racionalidad dominante.

Así como los animales pueden presentar saltos a niveles superiores de conciencia, el ser humano es capaz de lo mismo, experimentando un control total ante actos instintivos por la mente, cuando se piensa mucho más allá de nuestras necesidades fisiológicas.

Cuando nos damos cuenta que sólo somos un complejo arreglo de átomos, formando complejos arreglos de moléculas y a su vez forman complejos arreglos de órganos dando forma a un único ente capaz de estudiarse a si mismo, esto para permitirnos comprender la existencia de nosotros mismos en el infinito vacío espacio temporal donde nos encontramos y la posibilidad de dejar todo eso de lado para lograr apreciar la belleza en lo más mínimo de nuestra absurda existencia.

Resulta frustrante pensar en este tipo de situaciones y darse cuenta que no tenemos la capacidad de comprenderlo realmente, así como los esfuerzos realizados por el ser humano para entender el significado absoluto y predeterminado en el universo fracasarán pues no tenemos capacidad para lograrlo o inclusive aún, porque no existen, al menos en relación al ser humano.

Se puede sucumbir ante esta idea, se puede felizmente ignorar, o se puede aceptar y de cierta forma comprender el significado de la existencia como la creación de un sentido particular puesto que la vida es insignificante por sí misma; y la inexistencia de un significado supremo de la vida humana es una situación de regocijo y no de desolación, pues significa que cada individuo del género humano es libre para moldear su vida edificándose su propio porvenir.

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