Este mes Sólo Es Ciencia se une a las festividades patrias con el tema Ciencia y Tecnología a la Mexicana, no estamos abordando reseñas sobre archirreconocidos hombres y mujeres de ciencia y tecnología de quienes tal vez muchos de nosotros ya hemos escuchado hablar. No, porque si bien es cierto que mucho les debemos (pensemos en el obturador automático flotante, la tridilosa o la píldora anticonceptiva), asimismo es verdad que ni la ciencia ni la tecnología mexicanas se detuvieron en el siglo pasado, las innovaciones han continuado su curso (sin, con o a pesar de las instituciones).
En México, buena parte del presupuesto para ciencia, tecnología e innovación (CTI) se ejerce en o a través de universidades y centros de investigación públicos o privados.
Y, al hablar de innovación científico-tecnológica, entre los indicadores que diversos índices internacionales proponen podemos encontrar el número de patentes solicitadas o concedidas, la cantidad de investigadores y cuántos artículos especializados publican estos en revistas indexadas. El Global Innovation Index sitúa a nuestro país en el número 58 (de 127); ninguna institución de educación superior mexicana aparece entre las más innovadoras de 2017, según Reuters; Bloomberg tampoco nos incluye en su índice de las naciones más innovadoras. Si de artículos especializadas se trata, Elsevier nos dice que en sus publicaciones México ocupa el puesto 29 (de 239), con sus 284 868 documentos.
¿Significa esto que México no genera avances científico-tecnológicos, innovaciones? No, obviamente no. De acuerdo con el sistema del Instituto Mexicano de Propiedad Industrial, la Universidad Nacional Autónoma de México posee 917 patentes (de 1980 a la fecha); el Instituto Politécnico Nacional, por su parte, cuenta con 961 (de 1985 a la fecha); el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey ha patentado 512 invenciones (de 1988 a la fecha); la Universidad de Guadalajara tiene 121 patentes (de 2007 a la fecha). A estas patentes habría que sumar, entre otras, las de las universidades públicas estatales y los diversos centros de investigación.
Ahora bien, México es un país en vías de desarrollo, difícilmente alcanzará cifras como las de las potencias mundiales, los 11 036 243 documentos publicados por investigadores adscritos a universidades estadounidenses o los 5 133 924 de China. En materia de patentes, sólo en 2016, se registraron 1 338 503 solicitudes en China, 605 571 en Estados Unidos, 318 381 en Japón y 17 413 en México. Ese mismo año, el producto interno bruto (PIB) per cápita de China fue 8 123.18 dólares, 38 894.47 en Japón, 57 466.79 en Estados Unidos y 8 201.31 en México. ¿Por qué la diferencia es tan grande entre México y China (ambos en vías de desarrollo) si nuestro país incluso tuvo un PIB per cápita 78.13 dólares mayor?
Si de evaluar resultados se trata, más allá de medir la cantidad de patentes y publicaciones, tal vez deberíamos sopesar cuánto contribuye el hecho de que, por ejemplo, en 2015 China invirtió 2.07% de su PIB en CTI, mientras México alcanzó apenas 0.55%. Y quizá continúe contribuyendo un Sistema Nacional de Investigadores que suele otorgar más valor a la cantidad de artículos que a la calidad o el resultado de las investigaciones. Probablemente algo tenga que ver el cierre injustificado de carreras tecnológicas. ¿La fuga de cerebros? Y, ¿quién sabe… durante el próximo sexenio, podría además afectar a las CTI mexicanas tener una directora del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología que, para satanizar a los transgénicos, se basa en estudios refutados por la comunidad científica?… Entre otras curiosidades.