
¿Saben…? Cuando pienso en electricidad de inmediato se me viene a la mente Electro, uno de los archivillanos de la historieta del Hombre Araña. Lo sé, lo sé… habiendo muchas otras cosas que realmente generan electricidad, lo primero que se me le viene a la mente a este sujeto es un personaje de ficción. Pero, permítanme decirles por qué.
Maxwell Dillon era un empleado de una compañía eléctrica eficiente y eficaz, lo cual infló su ego a montones y tuvo un accidente tremendo que despertó sus latentes poderes como dínamo humano. Tomó entonces un disfraz verdeamarelo y se hizo llamar Electro, el Amo de la Electricidad.
Electro es el ejemplo que uso en esta ocasión para ilustrar la capacidad del ser humano para funcionar como conductor de electricidad y cómo algunas personas se sienten tan habituadas a estar siempre cargadas de energía estática que, convertirse en una batería eléctrica ligera, no les produce ningún problema.
Para quienes buscan la noción básica de electricidad, ésta se define como un conjunto de fenómenos producidos por el movimiento e interacción entre las cargas eléctricas positivas y negativas de los cuerpos físicos.

Ahora bien, nuestro organismo tiene entre 65% y 75% de agua. Si una persona pone una corriente eléctrica donde hay agua, el líquido puede conducir la electricidad con facilidad. Sucede lo mismo con el cuerpo humano, ya que el agua de nuestros cuerpos se ioniza.
La electrofisiología enseña que cada uno de los tejidos de nuestro cuerpo reacciona cuando una descarga circula por el organismo y los efectos biológicos dependen de su intensidad. Se ha descubierto que las partes más sensibles son la retina y el globo ocular, pues ante cualquier estímulo eléctrico producen una sensación luminosa. Les sigue la lengua, la cual manifiesta un sabor alcalino.

Un toque es algo que todos hemos sentido alguna vez en la vida, y que se genera debido a que un cuerpo cargado con electricidad, al estar en contacto a uno que no lo es, genera una pequeña chispa eléctrica. Esto es debido a que las condiciones o hábitos de esa persona lo hacen más sensible a acumularla. Tan sencillo como eso.
Pero somos nosotros, indirectamente, quienes lo provocamos. La energía estática de todos los días se va construyendo en nuestro ambiente. Con ella, nosotros vamos ganando electrones, los cuales permiten que nuestra carga crezca. Cuando tocamos a otra persona, la descarga que sucede no es la eliminación de ese electrón extra, sino que lo compartimos con alguien más.
Electro es capaz de generar hasta un millón de voltios. Tan sólo imaginen las descargas que tiene que aguantar nuestro amigable vecino, el Hombre Araña, cada que pelea con él… ¿cuántos toques podría dar?
Un comentario en “¡Toques, toques!”