Entre la gloria y el espectáculo: Katy Perry, Valentina Tereshkova y el espacio como escenario de propaganda

El espacio ha sido muchas cosas: un laboratorio, una frontera, un sueño, y también, un escenario. Desde la Guerra Fría hasta la era del entretenimiento global, los vuelos espaciales no siempre han sido impulsados únicamente por ciencia o exploración. A veces, el objetivo ha sido otro: contar una historia, construir una narrativa, enviar un mensaje al mundo.

Y pocas comparaciones lo ilustran mejor que la de Valentina Tereshkova (1963) y Katy Perry (2025): dos mujeres, dos vuelos históricos, dos contextos completamente distintos… y, sin embargo, un elemento en común: fueron enviadas al espacio como parte de una estrategia de relaciones públicas y marketing.

Valentina: la mujer gaviota

Valentina Tereshkova practica alimentarse en condiciones de microgravedad.
Fotografía: Keystone/Getty Images

En 1963, la cosmonauta soviética Valentina Tereshkova se convirtió en la primera mujer en volar al espacio, a bordo del Vostok 6. Curiosamente, en su momento no se le otorgó el honorífico de «cosmonauta», sino que fue considerada la primera civil en ir al espacio. Tenía apenas 26 años, era obrera textil y paracaidista aficionada. Su elección no fue casual: el gobierno soviético buscaba ganar la carrera espacial no solo en logros científicos, sino también en destacar a las mujeres (o por lo menos lo aparentaban ante el mundo).

Pero detrás del hito histórico había un plan mucho más frío. Su vuelo fue extremadamente difícil: problemas técnicos, náuseas, falta de sueño, y un regreso tenso. Aun así, fue presentada como símbolo de la mujer soviética perfecta: fuerte, disciplinada, patriótica.

Y había prisa. En Estados Unidos, un grupo de mujeres aviadoras conocido como las Mercury 13 ya se estaba entrenando en secreto. Habían pasado las mismas pruebas físicas y psicológicas que los astronautas hombres. Aunque la NASA canceló su programa antes de volar, los soviéticos se enteraron y decidieron adelantarse simbólicamente. Así, Valentina fue enviada al espacio no para representar a todas las mujeres, sino para ganarle a las estadounidenses.

Después del vuelo, le arreglaron un matrimonio con otro cosmonauta como parte de un experimento biológico: ver qué pasaba si dos personas expuestas a radiación espacial tenían un hijo. Su hija nació sana, pero la relación fue infeliz, y su vida fue controlada durante años. A pesar de sus méritos, nunca más la dejaron volver al espacio.

Valentina Tereshkova, su hija Elena Andrianovna Nikolaeva-Tereshkova y su esposo, el cosmonauta Andrián Nikoláyev

Y aunque se celebró como un avance en igualdad, su vuelo se usó como excusa para no enviar a más mujeres. No fue hasta 1982 que la URSS lanzó a su segunda mujer, Svetlana Savitskaya, y no fue por convicción: fue porque Estados Unidos planeaba mandar a Sally Ride al año siguiente.

Una vez más, la competencia de género en el espacio se convirtió en una carrera propagandística. Los soviéticos enviaron a Savitskaya a hacer la primera caminata espacial femenina, ganándole por poco a la NASA. Pero igual que con Tereshkova, el gesto fue simbólico, no sistémico: no había un programa real para integrar mujeres como parte regular del cuerpo de cosmonautas.

El vuelo de Valentina sirvió para lo que el Estado necesitaba: una victoria propagandística. Y una vez logrado, cerraron la puerta.

Katy Perry: una estrella pop en microgravedad

Sesenta y dos años después de aquello, otra mujer voló al espacio: Katy Perry, la cantante pop mundialmente famosa. No fue a bordo de una nave estatal ni con entrenamiento militar, sino como parte de una misión comercial de Blue Origin. En abril de 2025, Perry formó parte del primer vuelo suborbital con una tripulación completamente femenina desde Tereshkova. Fue una misión de 11 minutos, pero con mucho eco mediático.

Durante el vuelo, Perry cantó “What a Wonderful World” en microgravedad y compartió mensajes sobre la inspiración, la maternidad y la importancia de soñar. Su imagen recorrió el mundo: flotando con el cabello suelto, con una margarita simbolizando a su hija, y anunciando su próxima gira con temática de ciencia ficción. ¿Y por qué no habría de aprovechar la oportunidad de viajar al espacio para hacerlo? Si otros viajeros espaciales han llevado banderas, Biblias o peluches, ¿por qué ella no podría llevar su arte, su mensaje y su historia? Al final, cada persona que va al espacio carga algo de su mundo consigo, y ese también es un reflejo de lo que somos como humanidad.

Katy Perry el 14 de abril tras aterrizar después del vuelo.

Pero las críticas no tardaron en llegar: ¿era una misión científica o solo un performance? Algunos la calificaron como un “viaje de vanidad”, un “espectáculo costoso”, e incluso se cuestionó el impacto ambiental de un vuelo tan breve y tan contaminante. Otros vieron en ella una versión moderna del “símbolo” femenino en el espacio: inspiradora, sí… pero sin profundidad técnica ni compromiso a largo plazo. En este nuevo capítulo de la exploración espacial, ya no es solo la NASA o Roscosmos quienes eligen a quién mandar al cielo, sino las empresas privadas, que abren sus cápsulas a quienes tienen recursos… o influencia. Así, el sueño de ir al espacio comienza a parecer alcanzable para las celebridades, pero sigue lejano para millones de niñas que miran las estrellas.

¿Quién merece estar en el espacio?

Ambas mujeres —Valentina y Katy— fueron símbolos. Y eso no debería ser un insulto.

Porque los símbolos importan. Nos recuerdan que el espacio no es propiedad exclusiva de quienes dominan la física o la ingeniería. Es también un lugar para los poetas, los artistas, las voces populares. Es un espejo de lo que valoramos como humanidad.

Sí, es válido criticar el costo, la huella ambiental, e incluso el uso mediático de los vuelos espaciales. Pero también es importante cuestionar por qué esas críticas siempre recaen con más fuerza cuando es una mujer la que flota en la cápsula. ¿Por qué se celebra a ciertos millonarios o turistas espaciales, pero se ridiculiza a una mujer artista que va con emoción genuina?

Muchos dicen que Katy Perry “no se lo merecía”, mientras idealizan el sacrificio de Valentina, olvidando que a ella también la trataron como símbolo… y luego la apartaron. Una fue enviada para competir; otra, para inspirar. Ninguna de las dos diseñó el sistema que las puso allí, pero ambas lo enfrentaron con lo que tenían: su voz, su presencia, su historia.

Al final, el espacio puede ser muchas cosas: laboratorio, plataforma política, escenario poético. Y está bien que lo sea. Lo importante es no seguir repitiendo los mismos patrones que han excluido, silenciado o cuestionado a las mujeres que se atreven a mirar hacia arriba.

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