El telescopio no fue inventado por Galileo Galilei, pero sí fue el primer astrónomo en utilizarlo como un instrumento científico para observar el cielo.Con este aparato realizó descubrimientos sorprendentes contribuyendo a formar la imagen que hasta el día de hoy se tiene sobre el universo. Por ello, Galileo es considerado como el padre de la astronomía moderna.

Galileo Galilei fue un físico y astrónomo nacido el 15 de febrero de 1564 en la ciudad de Pisa, Italia. Fue uno de los impulsores de la Revolución Científica durante la época del Renacimiento. Considerado como el primer científico moderno, realizó aportaciones en diferentes campos como las matemáticas, física, literatura y la astronomía.
Galileo fue precursor para derrocar el antiguo sistema del mundo basado en la creencia de una teoría astronómica que posiciona a la Tierra en el centro del universo, y los astros (planetas, estrellas,…) girando alrededor de él conocida como geocentrismo. Él quería cambiarlo por un modelo astronómico heliocéntrico, en donde todos los astros, incluida la Tierra, se mueven alrededor del Sol ubicado en el centro del universo. Esta teoría fue propuesta por el matemático y astrónomo Nicolás Copérnico en 1543.
Galileo fue cauteloso respecto a la creencia del modelo planetario propuesto por Copérnico. La mayoría de sus colegas astrónomos y amigos filósofos, respaldados por la autoridad eclesiástica, creían en el geocentrismo, propuesto por Aristóteles y Claudio Ptolomeo. Galileo era consciente y no quería desafiar a sus compañeros quienes eran fieles seguidores. Por ello, en 1592 abandonó Pisa para ser profesor de matemáticas en Padua, una ciudad cercana a Venecia, en donde la iglesia no tenía una influencia absoluta.
En 1609, durante una visita a Venecia, Galileo escuchó hablar de un holandés inventor y fabricante de lentes, Hans Lippershey, que había construido un telescopio utilizando dos lentes colocados en un tubo. Este artefacto le generó bastante curiosidad, por lo que aprovechó su conocimiento de las propiedades físicas de las lentes y construyó el suyo. Usó un tubo de plomo de 4,2 cm de diámetro y colocó a los extremos dos diferentes lentes. Una era una lente tipo plano convexa, la más cercana a su ojo cuando él miraba a través del telescopio (el ocular). La otra lente era plano cóncavo, la más cercana al objetivo observado.
Cuando vio por primera vez con su telescopio, Galileo se dio cuenta que los objetos se percibían tres veces mayores en diámetro. Por esta razón, su primera idea fue usar el nuevo instrumento como arma bélica para observar barcos alejados difíciles de ver a simple vista. Él presentó su telescopio ante autoridades y líderes políticos del Estado de Venecia quienes fascinados subieron a una torre turnándose y mirando por el artefacto para localizar embarcaciones distantes en el mar. Entonces, gracias a su innovador dispositivo recibió un cargo académico con un mejor salario.

De regreso a Padua, Galileo fabricó lentes cada vez más grandes para desarrollar mejores telescopios. Logró construir uno con lentes de 4,4 cm de diámetro colocados en un tubo de 1,2 m de largo capaz de incrementar el diámetro de los objetos observados hasta treinta y tres veces. Resultando un gran avance y suceso decisivo, cuando dirigió su telescopio hacia el cielo para observar las estrellas. Una enorme visión se expandió delante de sus ojos: las estrellas de la Vía Láctea se multiplicaron; y cuando observó la Luna cambió la percepción del ser humano hacia sí mismo y el Cosmos.

Galileo vio detalles de la Luna que ninguna observación a simple vista permitía visualizar. Observó una superficie rugosa, llena de cráteres con montañas y manchas visibles a las que llamó «mares» (en realidad eran extensiones de llanuras). Las observaciones con el telescopio mostraron, de alguna forma, a nuestro satélite como una «Tierra más», un lugar imperfecto e irregular. Además, demostraba uno de los pensamientos de Copérnico: la Tierra gira alrededor del Sol. Galileo, por tanto, pensaba «Si la Luna se mueve por los cielos, y es similar a la Tierra, ¿por qué no puede ocurrir lo mismo con nuestro planeta?».

Tras largos días y noches de estudios de los cielos con ayuda de su fiel instrumento, descubrió detalles planetarios como las fases de Venus, la trayectoria de Mercurio y un bulto alrededor de Saturno (eran los anillos). Cuando observó el cúmulo de estrellas más luminoso del cielo nocturno, las Pléyades, conformado por siete estrellas cuando se ve a simple vista, encontró decenas más de ellas.
En 1610, el científico italiano quizá realizó su observación más importante de todas. Era la noche del 7 de enero, cuando estudiaba Júpiter, vio alrededor tres puntos luminosos. Los observó noche tras noche, luego descubrió un cuarto punto luminoso. Todo el tiempo se mantenían cerca del coloso planeta y a veces alineados. De forma análoga, según él, eran cuatro pequeños cuerpos celestes orbitando alrededor del planeta, como la Luna a la Tierra. Su colega astrónomo Johannes Kepler se enteró del descubrimiento y nombró a los nuevos astros: «satélites» (derivado de una palabra latina que significa vagabundo). El hallazgo de los «satélites galileanos» (más tarde bautizados como Ío, Europa, Ganímedes y Calisto por el astrónomo alemán Simon Marius) fue un primer golpe de humillación para la humanidad, pues significaba una prueba que no todos los astros giran alrededor de la Tierra.

Ese mismo año, Galileo dio a conocer sus descubrimientos astronómicos en su obra titulada como «El Mensajero Sideral», considerado el libro más influyente del siglo XVII. Con este libro logró despertar la curiosidad de muchas personas para saber más de los nuevos hallazgos del universo, provocándole una gran fama, pero a la vez, un fuerte ruido a los sabios y sobre todo a la autoridad eclesiástica.
La emoción por observar los satélites galileanos fue enorme. Algunos sabios no creían y se negaban a mirar por el telescopio. Otros sí lo hacían, pero no observaban nada. Se justificaba, ya que los primeros telescopios eran pesados; además, las lentes tenían un pulido imperfecto y, por lo general, se sujetaban con la mano y bastaba cualquier movimiento para afectar el enfoque del ojo.
Hacia finales del año 1610 y durante 1611, Galileo estudió el Sol durante el amanecer y atardecer logrando detectar manchas oscuras que cambiaban de forma y posición. Fue la primera observación clara de la rotación de un cuerpo celeste. Pero también fue la gota que derramo el vaso. El Sol era considerado el más perfecto de todos los astros, porque a simple a vista era un círculo exacto con luz clara e inmutable, en otras palabras, algo divino. Por lo que era un sacrilegio pensar que había imperfecciones en él. La idea del movimiento de rotación de la Tierra, base de la teoría del heliocentrismo, se hacía más sencilla de aceptar y el geocentrismo, elaborado por los griegos y adoptado por la iglesia, era cada vez más difícil de sostener. La autoridad eclesiástica y los sabios defensores de esta teoría debían contratacar.

Por mucho tiempo Galileo había ocultado su inclinación por el heliocentrismo. Sin embargo, sus hallazgos y publicaciones hacían evidente sus creencias y preferencias. En 1632, publicó un libro acerca de las dos teorías enemigas con un carácter que simulaba imparcialidad, pero con un tono sarcástico (característico de la personalidad del astrónomo) para burlarse de los ptolemaicos y aristotélicos. La obra estimuló el enojo de la iglesia. En 1633, el papa Urbano VIII, gran defensor y viejo amigo de Galileo, convencido por sus compañeros del clero de considerar al libro una gran burla de sus creencias, lo tomó personal y lo llamó para presentarse ante la Inquisición acusado por herejía y amenazado de tortura si no se retractaba de sus ideas copernicanas. El astrónomo pisano tenía poco que ganar.
«Abjuro, maldigo y detesto los antedichos errores y herejías (…) contrarias a la Santa Iglesia.» Con esta frase, Galileo se retractó ante el jurado de la Inquisición de las dos tesis principales de la teoría heliocéntrica por Copérnico: El Sol se encontraba en el centro del universo; y la Tierra, otro cuerpo celeste, giraba a su alrededor. Sin embargo, evitó su muerte o pisar la cárcel para ser condenado a estar en arresto domiciliario de por vida que no le impidió ni recibir visitas ni trabajar; esto gracias al aprecio de la máxima autoridad de la iglesia.

Por fortuna, los descubrimientos de Galileo ya habían sido expuestos ante otros astrónomos y sabios quienes no dudaban en observar mediante sus propios telescopios para mirar el cielo. La concepción del universo defendida por el físico pisano y condenada por algunas personas se impondría en los próximos siglos. Después de dos mil años, se desvanecería por completo la visión de un universo con la Tierra como principal protagonista. Galileo tenía razón: «Y sin embargo, se mueve».

Para saber más:
Asimov, Issac (1975). Historia del Telescopio. Capítulo 2. El Cielo Transformado [Pág. 30-42]. Colección El Libro del Bolsillo por Alianza Editorial, Madrid España.
Corcho Orrit, Roger (2012). Galileo, La Naturaleza Se Escribe Con Fórmulas. Capítulo 2. El Telescopio y la Revolución Astronómica [Pág. 45-85]. Colección Grandes Ideas de la Ciencia de National Geographic, España.
Museu Valencià de la Il.lustració i la Modernitat (20 de mayo del 2020). El Sistema Solar. El Telescopio de Galileo Galilei [Archivo de video]. Youtube. (6) El sistema solar. El telescopio de Galileo Galilei – YouTube