La Organización Mundial de la Salud ha declarado como “Día mundial de Parkinson” el 11 de Abril. La enfermedad de Parkinson (EP) es un trastorno neurodegenerativo que afecta principalmente a las neuronas productoras de dopamina («dopaminérgicas») en un área específica del cerebro llamada sustancia negra; es la segunda enfermedad neurodegenerativa más común, incapacitando a millones de personas en todo el mundo. Aunque el estudio de la EP a lo largo del tiempo ha avanzado, actualmente no existe cura ni medios para desacelerar su desarrollo, pues bien hay una comprensión incompleta de los factores asociados a la aparición de la enfermedad.
Algunos de los factores de riesgo descritos hasta ahora son: envejecimiento, antecedentes familiares, exposición a pesticidas y químicos ambientales (por ejemplo, uso de heroína sintética).
El temblor en reposo, la rigidez, la bradicinesia (movimientos lentos) y perdida del equilibrio son los principales síntomas de los pacientes con EP, además de los trastornos neuroconductuales como son depresión y ansiedad, deterioro cognitivo (demencia) y disfunción autonómica (por ejemplo, ortostasis e hiperhidrosis).
Más de 10 millones de personas en todo el mundo viven con EP.
La incidencia de la EP aumenta con la edad. Se estima que el cuatro por ciento de las personas son diagnosticadas antes de los 50 años.
Los hombres tienen 1,5 veces más probabilidades de tener EP que las mujeres.
Diagnóstico
Una persona que presente algunos de los síntomas de EP puede ser canalizada a un neurólogo (médico especializado en el cerebro, los nervios y los músculos). El neurólogo es posible que le mande algunas pruebas, como análisis de sangre y pruebas de diagnóstico por imagen del cerebro. Estas pruebas no permiten hacer un diagnóstico directo de EP, pero permiten descartar otros problemas que podrían estar provocando sus síntomas. Para confirmar el diagnóstico, el médico se basará en los antecedentes médicos del paciente, sus síntomas y los resultados de su exploración física.
Parkinson en tiempos de COVID-19
La Parkinson’s Foundation (Parkinson.org/Coronavirus) hace algunas recomendaciones para las personas que viven con la EP en cuanto al tema de Coronavirus se refiere:
Las personas que viven con Parkinson se encuentran en un “grupo de alto riesgo”, no importa la edad. El COVID-19 suele ser más severo en las personas mayores y con enfermedades crónicas. El mejor consejo para quienes tienen Parkinson es prevenir, la prevención incluye vacunarse de manera regular contra la neumonía e influenza.
Las personas con Parkinson son más susceptibles a neumonías e infecciones. Los problemas respiratorios pueden hacer que resulte difícil inhalar profundo, por lo tanto tener menor oxigenación en los pulmones. Estos problemas son el motivo por el que las personas con Parkinson son consideradas un grupo de alto riesgo.
Lo mejor que puede hacer es obtener una receta de tres meses de sus medicamentos. Esto sin duda le ayudará a sobrellevar los peores momentos del coronavirus en caso de escasez. En este momento, en zonas donde se ubican las fábricas de los medicamentos, como China, ya las están volviendo a poner a funcionar.
Los medicamentos sin receta son seguros en general, pero algunas cosas que debe evitar incluyen mezclar los inhibidores MAO-B (selegilina, rasagilina, Xadago, entre otros) con dextrometorfano, que es habitual en muchos jarabes para la tos. Igualmente, si tiene presión alta, evite medicamentos con pseudoefedrina. Sin embargo, el mejor consejo es que contacte a su médico ya sea por línea telefónica o videollamada.
Quédese en casa, suspenda temporalmente acudir a clases presenciales de ejercicio en grupo y grupos de apoyo. En Internet puede encontrar una amplia gama de ejercicios que puede realizar desde la comodidad de su casa.
Recuerde que el ejercicio es importante pues se ha demostrado que puede reducir el riesgo de EP y tienen un impacto positivo en los síntomas motores y no motores. Además, también puede mejorar los efectos secundarios, como el desgaste y la discinesia (movimientos involuntarios) inducidos por el tratamiento contra el Parkinson. Asimismo favorece el mantenimiento del cerebro y la plasticidad, incluida la neurogénesis, la generación de sinapsis, el metabolismo y la circulación sanguínea. El ejercicio proporciona todos estos beneficios generales en la EP al inhibir el estrés oxidativo, reparar el daño mitocondrial y promover la producción de factores de crecimiento. Además, el ejercicio reduce el riesgo de otras enfermedades geriátricas como la diabetes, la hipertensión y las enfermedades cardiovasculares, que también pueden contribuir a la patogénesis de la EP.