¿Y la ciencia para qué?

Estos últimos días en el país hemos estado bombardeados por información acerca de pandemia, virus y economía global, principalmente desde cada trinchera vía red social, donde lo que bien es cierto es que cada quien es experto en todo pero en nada particularmente.

En 2009 México y el mundo enfrento la pandemia de Influenza AH1N1; sólo en el país se reportó 32 mil muertos de 72 mil casos confirmados. Ahora este virus se mantiene como influenza estacional, lo cuál no significa que no se sigan teniendo decesos a causa de ella. Nuevamente en 2020 volvemos a enfrentar una crisis global de este tipo con la presencia del Covid-19, con todo y sus implicaciones sanitarias y económicas.

Hay que recordar que estos virus son totalmente diferentes; que el AH1N1 mutó por tener partes porcinas aviares y humanas pero para el cual se desarrolló una vacuna. Por otra parte el Covid-19 pertenece a una familia de coronavirus que causan infecciones leves, y en pocos casos, neumonía.

Con respecto a la cepa Covid-19, se sabe que es nueva, porque mutó y tomó parte del síndrome respiratorio agudo severo SARS coronavirus (SARS-CoV; 80%), y de los murciélagos (20 por ciento). Aunado a esto preocupa lo siguiente: en 2011 después de la emergencia por el AH1N1 surgía una encuesta a nivel nacional a través del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).

La mitad de los mexicanos considera que los científicos son peligrosos para el país. Por ello, ante la presencia de enfermedades que la ciencia no reconoce, más de una tercera parte de la población dice que hay otros medios adecuados, como las limpias, la homeopatía y la acupuntura.

Preocupa porque la desinformación vuelve a virilizarse (ironía), desde decir que un virus se diseña en un laboratorio, hasta el hecho de que un cubrebocas puede frenar su propagación. También porque se piensa que son “mecanismos de un nuevo orden mundial en la economía”.

Si bien es cierto que todos tenemos derecho a una opinión y a la libre expresión, también deberíamos de obligarnos a la información, pero esta, falla desde una precaria educación con respecto a los asuntos científicos. Antes de emitir una opinión y compartir notas alarmistas, el ejercicio de honestidad intelectual debería de ser, con respecto a los virus:

¿Sabemos qué es un virus?; ¿De qué están hechos?; ¿Cómo se comportan?; ¿A quiénes afectan?;¿Cómo se reproducen y transmiten?;¿Todos son dañinos?, y lo más importante en este caso: ¿cómo los científicos calculan la propagación e impacto negativo en la población?

Sólo hay recordar lo siguiente: En 2016 México contaba con 46 mil científicos de una población de 127,5 millones de habitantes, en 2020 se cuentan sólo 150 especialistas en virología en México. Contraste es un dato de 2010 del INEGI: México tiene una población total de 112.3 millones de personas; Gobernación tiene registradas hasta ahora 7 mil 688 asociaciones religiosas y, en conjunto, a casi 70 mil ministros de culto.

Entonces, ¿y la ciencia para qué?: para que situaciones como las actuales no nos rebasen y podamos enfrentarlas con metodologías  y conocimientos acorde al problema. La ciencia no pelea con la fe, sino con la ignorancia y la charlatanería.

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