Hoy en día los satélites artificiales forman parte de nuestra vida diaria, cada meme, cada video de gatitos, cada nota que leemos desde nuestros dispositivos móviles son enviados a través de estos artefactos que orbitan nuestro planeta a altas velocidades. Sin embargo, hace 60 años no era así, la Tierra sólo tenía un satélite: la Luna, y no fue creado por nosotros, ni, mucho menos, lo usábamos para comunicarnos.
La Luna fue nuestro único satélite, hasta la llegada de la Guerra Fría entre la Unión Soviética y Estados Unidos. El 4 de octubre de 1957, el programa espacial soviético, encabezado por Serguéi Koroliov, puso en órbita el Sputnik 1, un satélite creado en la coraza esférica de un misil balístico.

Tomó menos de un mes desarrollarlo y el diseño era extremadamente simple, incluso para su época: medía 58 centímetros de diámetro y pesaba 84 kilos; además de la coraza esférica de un misil, lo conformaban 2 transmisores de radio, 4 antenas, instrumentos para medir temperatura y baterías químicas.
El Sputnik 1 se mantuvo en órbita durante 92 días, dando vueltas completas a la Tierra cada 96 minutos, hasta el 3 de enero de 1958, cuando salió de órbita y se incineró durante su entrada a la atmósfera terrestre.
El lanzamiento del satélite fue un completo fenómeno mundial, no sólo estaba en órbita sino que asimismo mandaba información sobre su temperatura y presión. Un sinnúmero de organizaciones y radioaficionados de la época captaron sus señales y escucharon el ahora archiconocido beep beep del satélite.

Tras el éxito soviético y el revuelo ocasionado por su programa espacial, Estados Unidos se había quedado rezagado en la carrera científica y tecnológica. No obstante ‘sputnik’ se puede traducir como «compañero de viaje», en el contexto de la Guerra Fría, un suceso como este significaba una gran ventaja ante los adversarios.
De ahí que un año más tarde nuestro vecino país del norte creara la Administración Estadounidense de la Aeronáutica y del espacio (National Aeronautics and Space Administration, NASA). Comenzaría así un nuevo capítulo en la relación de los humanos como especie y el espacio.
A 61 años de su lanzamiento, el Sputnik 1 continúa siendo un hito en el desarrollo aeroespacial. Su impacto político y social no tuvo precedentes, ya que nadie creía siquiera posible la raza humana pudiera ser artífice de algo así. Fue un momento tan único que hoy en día, cuando científicos y políticos hablan de algo sorprendente, sinigual e inspirador, hablan de un sputnik moment.