Mayra Hernández Ríos es animadora análoga, creadora de Separate Lives y participó en la animación de la película Loving Vincent. Estuvo en el escenario de Creative Land de Talent Land 2018, platicando sobre su formación y las experiencias, profesionales o no, que la llevaron a convertirse en la talentosa animadora análoga que es actualmente.

Mayra nació el 10 de noviembre de 1989, en Ciudad de México. Vivió con sus abuelos por un año, cuando tenía 5 años de edad. Ella considera que ese tiempo fue de suma importancia, ya que comenzó a dibujar mucho. Estudió desde preescolar hasta la preparatoria en México.
Pensaba en estudiar algo relacionado con matemáticas o física porque era algo que le fascinaba pero, casi al terminar la preparatoria, decidió aplicar para estudiar arte. Se dio cuenta de que en México iba a ser muy difícil estudiar algo así y obtener un buen trabajo, así que decidió salir del país.
Llegó a Londres a estudiar Arte y Diseño en la Facultad de Artes de Camberwell, en 2010, donde se especializó en animación experimental o animación análoga. Un año después, comenzó a estudiar Animación en la Facultad de Artes de Edinburgo (Escocia). Terminó sus estudios en julio de 2014, con un proyecto final que consistía en cortometraje llamado Separate Lives.
En los siguientes años, estuvo trabajando en distintos lados, en México y en Reino Unido, como independiente (freelancer). Se dio cuenta de que en México era muy difícil encontrar algún trabajo relacionado con la animación análoga, ya que la animación digital es la que predomina. A finales de 2015, trabajó con la banda llamada Triciclo Circus Band, para quienes realizó la animación de un vídeo musical Beautiful Girl.
En mayo de 2016, fue a Polonia a colaborar para la creación del largometraje llamado Loving Vincent. Los directores experimentaron conociendo los lugares donde Vincent van Gogh creció; después buscaron actores de renombre para que fueran los intérpretes.

La técnica de animación utilizada fue óleo sobre vidrio. Trabajaban en cubículos especiales para la proyección de las imágenes. A cada pintor le pagaban por pintura hecha. Por lo regular, pintaban de 1 a 8 cuadros. Hacer un solo segundo de la película les llevaba al rededor de una semana.
El truco para poder pintar tantos cuadros era primero hacer el cuadro base, o sea, el fondo. Después de ello, pintaban al actor. Para realizar otro cuadro, con ayuda de una espátula, quitaban la figura del actor y volvían a pintarlo en otra posición retocando el fondo.
Gracias a este gran trabajo, Mayra llegó a identificarse con Vincent van Gogh, por su confianza en el trabajo y su perseverancia, e incluso se volvió su pintor favorito.
Los sueños son como una semilla, la cual crece conforme uno avanza a dónde queremos llegar y es así como cambia la vida.
Mayra Hernández Ríos