
Nacida el 24 de junio de 1917 en West Norwood, Londres, Joan Elisabeth Lowther Clarke era la hija de Dorothy Fulford y el reverendo William Kemp Lowther Clarke, y la menor de cuatro hermanos. Dado el carácter religioso de su familia, la infancia de Joan fue marcadamente clerical, eso no le impidió desarrollar una temprana pasión por el ajedrez y los juegos de números, aficiones que le acompañarían durante el resto de su vida. Era tal su destreza en el tablero, que pronto se posicionó por encima de sus padres, hermanos y compañeras de clase.
En su época de adolescente asistió al Dulwich High School para niñas, donde gracias a su actitud estudiosa e inteligente destacó entre todas las alumnas, consiguiendo una beca para el prestigioso Newnham College, en la Universidad de Cambridge. Allí obtuvo un doble grado en matemáticas, llegando incluso a ser nombrada wrangler (vaquer@,el/la disputador/@ ), una distinción que sólo se otorgaba a los estudiantes más destacados.
Excepcionalmente brillante ya en esa época, Clarke fue galardonada con el Premio Philippa Fawcett, llamado así por la mujer matemática que superó a sus compañeros de clase en 1890, y la Beca Helen Gladstone. Sin embargo, se le negó la titulación completa, porque hasta ese momento, la Universidad de Cambridge únicamente se la concedía a hombres.

Corrían los años 40 y Europa entera estaba atenazada por la amenaza de la Alemania nazi. Sus fuerzas militares utilizaban una tecnología puntera desde 1930 cuya inviolabilidad parecía imposible de romper. Se trataba del Código Enigma, una máquina creada por el ingeniero alemán Arthur Scherbius a finales de la Primera Guerra Mundial, que disponía de un mecanismo de cifrado rotatorio, que permitía usarla tanto para cifrar como para descifrar mensajes.
La inteligencia británica, con Alan Turing a la cabeza, trataba de romper ese intrincado código. En Bletchley Park, la Escuela de Códigos y Cifrado del Gobierno de Reino Unido (GC&CS, por sus siglas en inglés), situada a 80 kilómetros de Londres, Turing y su equipo intentaban dar con la respuesta a ese lenguaje secreto.

En medio de aquella vorágine estaba LA máquina ENIGMA. La máxima expresión de la capacidad científico-tecnológica de los nazis. La máquina de encriptado más impresionante hasta la época. La base de todas las comunicaciones nazis. Impenetrable, Indescifrable. ¿O no? No. Eso es lo que creía la élite de científicos británicos que trabajó duro para descifrar Enigma. Entre ellos se encontraba una mujer. Una matemática brillante. Una criptoanalista ejemplar. Joan Clarke, la criptóloga que ayudó a descifrar (el) Enigma.
El reconocimiento costó. Y es que esta historia de héroes y heroínas no fue tan maravillosa como parece. Joan fue discriminada durante años por ser mujer. Cobraba entre 2-3 libras a la semana, un salario bastante menor que el de sus compañeros de equipo. Además, sus posibilidades de promoción fueron bastante bajas (por no decir nulas) durante un largo tiempo. Como la figura de criptóloga no existía para la burocracia británica, la tuvieron que ascender a “lingüista” para poder cobrar un poco más. Y fue gracias a la insistencia de sus compañeros. La propia Joan decía que era gracioso rellenar cuestionarios donde tenía que escribir: “Grado: lingüista”; “Idioma: ninguno”. Con los años, las cosas cambiaron y llegó a ser responsable del Hut 8.
Joan Clarke murió el 4 de septiembre de 1996 en Headington, Inglaterra.
En cualquier caso y pese al olvido y el secretismo, la historia y la ciencia reconocen hoy en día a Joan Clarke, por méritos propios, como una de las mentes más impresionantes del siglo XX, sin la cual es posible que el desenlace de última gran guerra hubiera sido muy diferente.
Mujer brillante, parte de su trabajo es aún desconocido y sigue bajo secreto, por lo que seguimos sin saber exactamente cuál es la verdadera dimensión de sus logros… quien sabe si algún día lo conoceremos… esperemos que sí. Y hoy en «Sólo es Ciencia», recordamos a esa mujer brillante que ha echo historia, rompiendo con los muros machistas que hasta la época siguen dando de que qué hablar y que sus logros son motivaciones para las nuevas y futuras generaciones.