En Regis, el 27 de mayo de 1799 en el seno de una familia trabajadora nació Mary Anning. Siendo ésta una época muy difícil para la mujer, Mary no pudo concretar sus estudios. Su padre que era carpintero en sus tiempos libres se dedicaba a recolectar fósiles, actividad en la cual Mary ayudaba sin falla. A los 14 años de edad con su reciente aprehensión de lectura y escritura, Anning estudia su primer libro de geología que marcaría el camino hacia sus grandes descubrimientos. En el año de 1810 su padre falleció por lo que tomo las riendas de su hogar, siendo su principal sustento de trabajo la venta de fósiles.
Lamark en el año de 1809 presenta su teoría de la evolución, justamente el año en que Mary lograría el hallazgo de un ictiosaurio en buenas condiciones, hito que atrajo la mirada de los círculos científicos, este fósil con la forma de pez despertó el interés de Anning hacia la Paleontología. A pesar de lograr tan significativo descu- brimiento no logro ingresar a la Sociedad Geológica de Londres, simplemente por el hecho de ser mujer.
Algunos historiadores comentan que a la edad de 15 meses un rayo cayo sobre su niñera quien la cargaba saliendo a salvo de este evento, su inteligencia y perspicacia para los hallazgos fósiles es atribuido a dicho suceso.
Por su gran descubrimiento tan sólo recibió 27 libras y a pesar de ser el principal objeto de artículos publicados por científicos nunca dieron los créditos necesarios a la Princesa de la Paleontología. A los 27 años tenía una tienda de fósiles donde vendía sus grandes hallazgos, siendo una gran autodidacta demostró su coraje y determinación hasta convertirse en una gran experta en el área.

A pesar de sus descubrimientos nunca se hizo un homenaje póstumo en su corta vida, podemos encontrar un apartado que dice:
Mary no era una fosilista del montón: solía descubrir restos que a los demás se les escapaban y era capaz de reconocer la presencia de un fósil en la roca del acantilado casi instintivamente. Una vez descubierto el fósil, tomaba todas las precauciones necesarias para que, durante su extracción, no resultara dañado. Otra de sus habilidades rara entre los conservadores de los museos era la de ensamblar ejemplares a partir de sus partes.
A los 47 años de edad Anning muere por un cáncer de mama, en los últimos años de vida recibió una pensión por parte de la Asociación Británica para el Progreso de la Ciencia, la Sociedad Geológica de Londres hizo póstumo homenaje a un nivel que nunca se había realizado hacia alguien de la sociedad lastimosamente éste homenaje fue tardío.